domingo, 1 de mayo de 2011

1º de Mayo.

Jefim Cwik. May Day. 1965

Cuando en 1887  Georg Engel, Adolf Fischer, Albert Parsons, Theodore Spies y Louis Lingg pagaron con sus vidas la agitación iniciada el 1º de Mayo del año anterior por la jornada laboral de 8 horas, nadie pensó que esa fecha podría devenir en una “fiesta del trabajo”. Y es que la fecha se estableció como una jornada de reclamo ante la aplastante explotación de la que los obreros eran víctimas.

Los suceso de mayo, tienen como antecedentes  reclamos llevados a cabo por trabajadores en Inglaterra y en Austria: en 1825 los hilanderos de algodón en Nottingham reclamaron por la jornada de 8 horas; en Manchester -en 1833-, los delegados de las Trade Unions exigieron  el salario íntegro de un día por esa cantidad de horas trabajadas; Rosa Luxemburgo identificó en los obreros Australianos a los primeros que  a partir de 1856 establecieron un día fijo –el 21 de abril- de reclamo en este sentido.

En estados Unidos, ante el incumplimiento de la Ley Federal que limitaba la jornada laboral en 8 horas, las sindicales obreras determinaron que la reducción debía realizarse por iniciativa directa de los trabajadores. Durante su IV Congreso en Chicago, la American Federation of Labour -a instancias de dos integrantes del movimiento sindical (Frank Foster y Gabriel Edmonston- resuelve que el 1º de Mayo de 1886 será la fecha en que los empleadores deberán someterse a la resolución o atenerse a la suspensión del trabajo. La agitación preliminar provocó que durante uno de sus Congreso, Los Caballeros del Trabajo, la organización obrera más numerosa, se sumara a la reivindicación.
Se organizaron mitines, manifestaciones y se impulsó a la movilización desde publicaciones obreras y folletos. A pesar de los consejos de prudencia de los militantes estallaron huelgas, a menudo violentas, durante todo el mes de Abril. En algunos casos, como en el de los mineros de Cleveland  ciertas empresas no esperaron a la fecha fijada para cumplir con las exigencias obreras: se estima en 32.000 el número de trabajadores beneficiados durante el mes previo; 125.000 obreros obtuvieron las 8 horas el día fijado de Mayo. A fin de mes serían 200.000 y 250.000 al promediar el año, al paso que un millón más verían disminuir su jornada.

El 1º de Mayo no hubo menos de 5.000 huelgas y alrededor de 340.000 huelguistas.
En Milwaukee la policía confrontó con los manifestantes asesinando a nueve personas.
En Chicago, el centro más poderoso de agitación revolucionaria, denominado el “cuartel general del movimiento anarquista” los trabajadores vivían en las peores condiciones, acrecentando su jornada entre 14 y 16 horas diarias. Allí es en donde sucedieron los hechos más violentos. La protesta se extendió hasta el 3 de mayo, fecha en la que 8.000 huelguistas se concentraron en la salida de la fábrica de máquinas agrícolas Mac-Cormick que habiendo despedido a 1.200 empleados disponía de crumiros, scrabs o rompehuelgas, por lo que era ajena a la medida de fuerza. Se produjeron enfrentamientos, los guardias privado de la empresa y la policía reprimieron a los manifestantes, dejando 6 muertos y una cincuentena de heridos.
El periódico Arbeiter Zeitung, dirigido por Auguste Spies realizó un llamamiento

La guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, han fusilado a los trabajadores. ¡Su sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar de que los tigres que nos gobiernan están ávidos de la sangre de los trabajadores? Pero los trabajadores no son carneros. Responderán al terror blanco con el terror rojo. Vale más la muerte que la miseria.
 Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que nuestros amos lo recuerden por mucho tiempo.
Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!.

El 4 de mayo se convocó a un mitín de protesta en la plaza del mercado de Haymarket, en donde se indicaba ¡Armaos y apareced en plena fuerza!

Finalmente la manifestación tomó un carácter pacífico y se recomendó a los asistentes que fueran al mitín sin armas.
15.000 personas se dieron cita en la plaza. Spies, Parson y Fielden hablaron desde lo alto de un carro. Momentos antes de la desmovilización la policía irrumpió en la plaza  y comenzó a dispersar a los manifestantes con violencia, cuando una bomba cayó a los pies de las filas policiales: 2 agentes murieron en el acto y 6 más tarde. La policía respondió con fuego a la multitud, produciendo un número nunca establecido de muertos y heridos.
Chicago fue puesta bajo estado de sitio; las tropas ocuparon durante días ciertos barrios y la policía vigiló el entierro de las víctimas. Se organizaron redadas y se detuvo a todo el grupo editor de Arbeiter Zeitung, incluida la compañera de Schwab y Lucy Parsons, mujer de Albert.

De los 31 responsables la instrucción sólo retuvo a

Samuel Fielden, 39 años, obrero textil.
Oscar Neebe, 36 años, vendedor.
Michael Schwab, 33 años, tipógrafo.
Georg Engel, alemán, 50 años, tipógrafo.
Adolf Fischer, alemán, 30 años, periodista.
August Vincent Theodore Spies, alemán, 31 años, periodista.
Louis Lingg, alemán, 22 años, carpintero.
Albert Parsons, estadounidense, 39 años, se presentó voluntariamente ante la justicia para compartir el destino de sus compañeros de ideas.

Todos ellos, figuras destacadas del movimiento obrero, fueron responsabilizados por los sucesos y se pidió una condena ejemplar: el procurador solicitó la pena de muerte, pese a que resultó imposible establecer la menor participación directa de los inculpados en el atentado.
“Todos –dice Maurice Dommanget- durante el proceso resistieron con firmeza a los magistrados (...)y elevaron una viril requisitoria contra la sociedad capitalista”. 
Todos reclamaron abiertamente la muerte.



El 20 de agosto de 1886 se condenó a los acusados a la horca. Sin embargo, Schwab y Fielden se vieron “beneficiados” por la conmutación de su pena por la de prisión perpetua y Neebe por la de 15 años de prisión
En la víspera de la ejecución -según la versión oficial- Lingg se suicidó para evitar ser ahorcado por sus verdugos. Autores como Gregorio Selser ponen en duda la veracidad de tal versión; en el lugar se encontraron cuatro cartuchos de dinamita que habían sido ingresados de forma clandestina -sumado al que acabó con la vida de Lingg- cosa harto dificil, dada la ferrea vigilancia que pesaba sobre los detenidos. Se presume que Lingg fue dejado sin sentido y posteriormente se le hizo estallar un cartucho en la boca. Su agonía duró cuatro horas. 
El 11 de Noviembre de 1887  el Estado administro su justicia y Engel, Fisher, Parsons y Spies fueron asesinados. Es famoso el relato de José Martí –enemigo declarado del anarquismo[1]- sobre la ejecución de los cuatro trabajadores, al que muchos consideran pertinente.

En 1893 el electo gobernador de Illinois, John Altgeld, revisó el proceso, al que encontró lleno de irregularidades. Proclamó a los condenados “victimas de un error judicial” y los “rehabilitó públicamente”.

En consecuencia, Fielden, Neebe y Schwab quedaron en libertad después de 7 años de prisión. Pero, asi como nadie pudo devolverle a los liberados su años en el presidio, nadie pudo “rehabilitar” a los muertos.


Fuentes Consultadas:
Maurice Dommanget. Historia del Primero de Mayo. Bs. As. Editorial Americalee, 1956.
Periódico La Protesta Nº8233 Abril- Mayo 2007.
Gregorio Selser. Los Mártires de Chicago Historia del Movimiento Obrero. Fascículo N° 24. Bs. As. CEAL, 1973
David Viñas. Anarquistas en América Latina. Bs. As. Paradiso Ediciones, 2004.
http://www.ugt.es/ugtpordentro/historia1demayo.htm
http://www.rosaluxemburg.com.ar/escritos-erl/1demayo.htm

[1] Para comprender esta afirmación ver el capítulo dedicado a Cuba del libro “Anarquistas en América Latina” de David Viñas

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