martes, 10 de enero de 2012

La Insurrección de 1919

José Arato. Semana Trágica. S/F. Aguafuerte y Aguatinta
"En la mañana del 10 la ciudad seguía paralizada y los huelguistas parecían dominar la situación: los escazos vehículos que circulaban exhibían permisos otorgados por la FORA (9 °C); los canillitas sólo vendían La Vanguardia y La Protesta; grupos de obreros recorrían las panaderías fijando los precios máximos y confiscando la mercadería donde encontraban resistencia".
Así evocó Hugo del Campo a comienzos de los 70 las jornadas de lucha que tuvieron lugar hace más de 90 años, conocida como "Seman Trágica". A continuación un artículo extenso en que confluyen diversas fuentes y distintas perspectivas sobre el acontecimiento. Un raudo recorrido por los origenes sindicales en la Argentina para poder contextualizar cuales eran las tensiones dentro del movimiento obrero, seguido por el relato de los acontecimientos. Sin coincidir plenamente con interpretaciones de los redactores, creo que la información es completa y vale su lectura.

A quien le aburran dichos temas puede deleitarse con el arte de Rebuffo, la casi inédita estampa de José Arato y el magnífico dibujo de línea sensible de autor desconocido.


Victor L. Rebuffo. La Noche (La Protesta) 1937. Xilografía.



La Rebelión de 1919 (conocida como Semana Trágica) 
En el periódico "La Protesta". Darío C.

Hablar de lo sucedido durante "La Semana Trágica" en función al hecho represivo, sin analizar y profundizar en el origen y la proyectualidad del levantamiento y de quienes lo llevaron adelante en forma de insurrección social, apoyada por una huelga general revolucionaria, sería, a la vez que una omisión, una negación del contenido revolucionario (negación de las ideas, de las prácticas, de la finalidad... del contenido "ideológico"... ¡Como si nada de eso hubiera existido!) que definía a gran parte del movimiento obrero, que definió a los compañeros y la lucha antes y después de esa semana de enero (de hecho, la insurrección y brutal represión se extendieron por más de un mes). Precisamente, por las ideas y prácticas que expresaban la necesidad urgente de una revolución social (las ideas y las prácticas anarquistas), y por la convicción, la dignidad y la beligerancia con que fueron sostenidas dando contenido a la lucha obrera mas allá de lo meramente económico, es que se lanzó sobre ellos la brutal represión de quienes estaban en el Poder con la complicidad de quienes aspiraban a tomarlo.
Los sucesos de la Semana Trágica se podrían ver como un hecho aislado, como una insurrección espontánea, como una consecuencia directa de la Revolución rusa... pero se estaría faltando a la verdad, desconociendo hechos revolucionarios inmediatamente previos a nivel local e internacional, y la profunda y vasta experiencia de lucha que contextualizaba al movimiento y que lo impregnaba, precisamente, de una tendencia a lo insurreccional... en definitiva, se estaría eludiendo un análisis de la historia y de las prácticas que echarían claridad sobre los hechos, y sobre el presente y el futuro de la lucha social.

¿Qué implicaba una "HUELGA GENERAL REVOLUCIONARIA" y cual era el contenido de dicha revolución? ¿Cuál era la tendencia revolucionaria y como se desenvolvía e incidía? ¿Por qué había dos F.O.R.A. (la del quinto congreso y la del noveno) y qué fines perseguía cada una? ¿Cómo se origina y por qué se divide el movimiento obrero? Darle respuesta a estos interrogantes básicos, que se suelen pasar como sobreentendidos pero sobre los cuales, en realidad, existe una profunda ignorancia, es fundamental para entender el cómo, el por qué, y la motivación y real dimensión del movimiento que tomó las calles de Buenos Aires extendiéndose a otros puntos del país (e incluso del exterior) los primeros días de enero de 1919.

Nacimiento del movimiento obrero. Dos formas distintas de organización, dos concepciones opuestas de revolución: socialistas y anarquistas.

Desde finales del siglo XIX con la llegada de inmigrantes que desde Europa venían buscando escapar de la miseria y de la represión, y con el desarrollo del sistema de explotación tecnológico-industrial, comenzó a generarse un movimiento de organización obrera impulsado por quienes ya venían con una experiencia de lucha, entre otros, sobrevivientes de la Comuna de París, integrantes de la Internacional...
Los socialistas-marxistas adoptando el programa de los partidos europeos y de la Segunda Internacional organizaban gremios con el objetivo de obtener mejoras económicas, gremios que eran apéndice del partido político, el que participaba en las elecciones con el objetivo de obtener leyes "a favor" de la clase obrera hasta conquistar el Poder para distribuir mejor la riqueza social y abolir las diferencias de clase. Por eso, en general, adoptaban una postura no violenta, utilizando las huelgas y los conflictos como terreno para la propaganda parlamentaria con el objetivo de sumar votantes.
Cabe señalar que dentro de estos partidos, previos a la concepción leninista, coexistían marxistas de varias tendencias. Dentro del Partido Socialista argentino, en sus principios, había una minoría de marxistas más partidarios de la acción directa, que creían que "la emancipación de los trabajadores sería obra de los trabajadores mismos" y que por esto tenían recelo por la tendencia parlamentaria (que era la gran mayoría) siendo más cercanos a los anarquistas en los conflictos pero no por eso cercanos en el objetivo revolucionario y en los medios en general: para ellos la revolución era política, consistente en la toma del Poder para la instauración de la dictadura del proletariado (la que sería administrada y dirigida por los más capaces y aptos), constituyéndose los trabajadores (mediante su vanguardia), en clase dominante para reprimir a la burguesía y así comenzar a construir el comunismo.

Los anarquistas (también llamados en aquellos años "socialistas anti  autoritarios") partían de bases completamente distintas: el objetivo no sólo era el fin de la explotación, sino de la condición y los factores que posibilitan que dicha explotación se imponga, sistematice y mantenga, al tiempo que vuelven miserable la existencia humana al alienarla con una forma de relación en base al mandato y la obediencia: el Poder, la autoridad, el Estado. El objetivo de los anarquistas era la destrucción del Estado (de todos los gobiernos), en tanto institución opresora de los individuos y parasitaria de la sociedad, y de todo el sistema de privilegios que se apoyaba y sostenía mediante las instituciones y las leyes. La revolución que plantean los anarquistas tiene su terreno en lo social, en la forma de relacionarse: contra la jerarquía, contra la autoridad, contra toda forma de poder / privilegio / explotación y totalmente contraria a la política (engaño, demagogia, estrategia...), en tanto medio (y fin) en relación a la toma y gestión del Poder. Es una revolución necesariamente violenta, visto que los opresores y explotadores no abandonan el privilegio y lo defienden a sangre y fuego, pero con una base en la fraternidad y la reciprocidad, en la ayuda mutua, en la solidaridad... es una REVOLUCION SOCIAL, puesto que consiste y hace hincapié en los valores y en la práctica de una forma de relación distinta a la actual, una forma de relación en base a la libertad y la naturaleza social del ser humano.

Por eso, los anarquistas, al incidir en el movimiento obrero en desarrollo, partían de ciertas claridades: que el sindicato nace dentro y como consecuencia del sistema de explotación, como una evolución de la organización gremial "primitiva" (organizaciones de oficios de la edad media) en función a las características del sistema industrial: al generarse acumulación de dinero para los empresarios mediante la superexplotación y consecuente miseria y alienación extrema de los trabajadores, nace el sindicato como mediador que busca "un equilibrio entre capital y trabajo"; es decir, busca equiparar, reformar... ateniéndose al sistema de explotación, cambia y se adapta según los cambios del sistema; por esto el sindicato es una herramienta para obtener mejoras y no puede ser revolucionario, no puede crear una nueva forma de relación social. Además, por su naturaleza en tanto estructura, tiende a afirmarse, complejizarse, masificarse e inevitablemente burocratizarse... y a generar empatía en sus creadores, en sus miembros, dejando de ser un medio para convertirse en finalidad: alimentar y mantener la organización por sobre y a pesar de todo.

Por esto, las organizaciones gremiales de tendencia anarquista deben entenderse con el objetivo de radicalizar el movimiento obrero y difundir en su seno la revolución social, pero manteniéndose en tensión con la estructura sindical y en contra del sindicalismo: las asociaciones obreras no tenían por único ni principal objetivo la mejora en las condiciones de trabajo, sino la preparación para la revolución social (de hecho las mejoras en el terreno laboral eran vistas como beneficiosas en tanto permitirían a los trabajadores más tiempo para pensar y actuar por la emancipación total); y se ocupaban del desarrollo de las capacidades (instrucción, sano esparcimiento...) de todos los miembros de la familia del obrero y de la fraternidad entre todos (todos los trabajadores y sus familias), en una comunidad de ayuda mutua. Claro ejemplo de esto es el funcionamiento y proyectualidad de las "SOCIEDADES DE RESISTENCIA", término con el que buscaban señalar la cuestión social de la lucha al tiempo que se afirmaban como órganos de resistencia y ofensiva contra el sistema de opresión/explotación. Estas "sociedades de resistencia" (por ejemplo: "de albañiles") se componían de 15, 20, 25 miembros del mismo oficio. Cuando no había cantidad suficiente de trabajadores del mismo oficio se agrupaban en una Sociedad de Resistencia de OFICIOS VARIOS. Estos grupos se componían en base a la unión y cooperación voluntaria, sin dirigentes, y procurando que la organización colectiva no cercene la voluntad individual (se debaten y exponen las cuestiones hasta que queda claro cual es la opción más conveniente al colectivo, pero sin valorar en función a la "ley de mayorías" sino que teniendo en cuenta las particularidades individuales).

Historia de las Organizaciones.

La constitución de organizaciones gremiales, la solidaridad entre ellas, la necesidad de defender las mejoras materiales obtenidas, así como la voluntad de avanzar en la práctica revolucionaria para obtener la emancipación total y definitiva lleva, en el Congreso de 1901 a la unión de gremios de todo el país y la organización  pasa a llamarse FEDERACIÓN OBRERA ARGENTINA que ahora con mayoría anarquista, establece que “no tiene compromisos de ninguna clase (…) con partido político alguno, y que su organización, desarrollo y esfera de acción, es completamente independiente y autónoma”. 

En el congreso de 1902 la F.O.A. rechaza la invitación del Partido Socialista para que la organización cancele el acto del 1° de mayo y se una al partido y no admite que un delegado que además de ser funcionario del partido no pertenece al gremio que vino a representar (ambas cosas eran inaceptables según los estatutos de la organización). Por esto 19 gremios (de 48) abandonan el congreso para reunirse con el nombre de “Comité de Propaganda Gremial” y en 1903 constituirse en UNION GENERAL DE TRABAJADORES promoviendo la lucha moderada y legalista como apéndice al partido.

En 1906 se realiza un congreso de fusión, con la intención de unir al movimiento obrero. Participan la U.G.T, la F.O.R.A. y gremios autónomos que no adherían a ninguna de las dos organizaciones. El congreso pone a votación la consideración de que "la lucha política no es un medio de acción directa y es perjudicial para el proletariado, el congreso se declara contrario a la política y recomienda una constante propaganda en tal sentido. Convencidos de la finalidad a que han llegado los sociólogos y pensadores modernos para conquistar la más amplia libertad individual y colectiva, el congreso recomienda la propaganda del comunismo anárquico en el seno de todas las sociedades y la discusión de todas las ideas". Sesenta y dos sociedades votan a favor, 9 en contra y 33 se abstienen. En vista de la aprobación del comunismo anárquico como finalidad la mayoría de los gremios de la U.G.T. se retira impidiendo la unificación.

En 1909 se trata de realizar otra tentativa de fusión en el que participan sólo algunas Sociedades de Resistencia de la F.O.R.A. constituyéndose en este congreso la Confederación Obrera Regional Argentina (C.O.R.A.) que adopta el "pacto de solidaridad" y la forma de organización de la F.O.R.A. pero no el comunismo anárquico como finalidad. La F.O.R.A., que se mantiene al margen del congreso se pregunta desde su órgano de difusión: "Habiendo adoptado las sociedades que tomaron parte en el último congreso de fusión al pacto de solidaridad y forma de organización de la
F.O.R.A., declararon explícitamente su conformidad con esta institución, y por lo tanto si en verdad tenían un propósito de fusión de todas las fuerzas obreras, lo natural y correcto era que se hubiese incorporado a ella. En vez de eso crearon un nuevo organismo. ¿Son fusionistas esas sociedades? Si adoptaron el pacto de solidaridad de la FO.R.A. y su sistema de organización. ¿A qué objeto, pues, la nueva central obrera?"

En 1914, a propósito de un nuevo intento de unificar el movimiento, la F.O.R.A.
"comunica que toda sociedad obrera es admitida en su seno de acuerdo con el pacto de solidaridad, y declara que el comunismo anárquico es un acuerdo del V congreso como medio de propaganda y de finalidad y que no- es una imposición, dejando al libre albedrío de las sociedades adheridas su difusión. Por lo tanto considera que toda rectificación a los acuerdos de un congreso debe ser obra de otro congreso de la F.O.R.A.". La C.O.R.A., entonces, realiza un congreso de Concentración con los gremios autónomos para el ingreso a la F.O.R.A. y señala que los defectos de la organización podían corregirse en el próximo congreso.

De hecho en 1915, en el noveno congreso de la F.O.R.A.,los sindicalistas y socialistas pudieron realizar los deseos que tenían desde un principio: apoyados en una cantidad de anarquistas que con buenas intenciones se cuestionaban la recomendación del comunismo anarquista como finalidad de la lucha obrera (influenciados por la Asociación Internacional de Trabajadores que en Europa se encontraba en reconstitución y ante el ascenso de los partidos políticos, trataba de sumar a la mayor cantidad de organizaciones posibles y para esto negaba la finalidad revolucionaria del movimiento obrero) consiguen anular la recomendación del comunismo anárquico y, además, promueve la organización por rama de industria, posibilidad contra la cual la tendencia anarquista se venía oponiendo en cuanto a que el industrialismo dejaba de agrupar a los obreros en grupos de afinidad, en Sociedades de Resistencia autónomas (por ej.: de obreros que hacen cubiertas, otros ejes, otros cámaras, etc.) para meterlos a todos en la misma bolsa (siguiendo con el ej.: la de obreros fabricantes de automotores) lo cual genera masificación y por ende, imposibilidad de comunicación y organización sino es mediante, y de acuerdo con la ideología del sindicalismo "revolucionario", una comisión directiva: un pequeño grupo dirigente que decide por todos los trabajadores aglutinados "por rama".
Algunos anarquistas negaron "que la declaración comunista sea la causa de la división proletaria, pues en Europa, donde esa declaración no existe, la división se conoce por causas que no desaparecerán aquí con la eliminación de dicha recomendación." Y plantearon que "es inexplicable que los que aceptan el pacto solidario, en donde se declara que vamos hacia la emancipación completa, rechacen una definición categórica que explica en qué consiste esa emancipación por la que se lucha. "Abandonaron el congreso, desconociéndolo y reuniéndose 21 sociedades para reafirmarse como F.O.R.A. del quinto congreso, es decir, comunista anárquica (o "finalista") quedando en minoría (aproximadamente 12.000 afiliados), mientras la F.O.R.A. del noveno congreso se quedo con la mayoría de los gremios (120.000 afiliados aproximadamente).

Portada del suplemento "Polémica"; Anónimo.


La Semana Trágica.  
En “Las Grandes Huelgas”. Carlos Echagüe

La oligarquía burguesa terrateniente ya había ido advirtiendo que le convenía aflojar en algo las tensiones que se acumulaban y, por medio de la ley Sáenz Peña, permitió en 1916 el triunfo electoral del radicalismo. El primer gobierno de Yrigoyen trajo consigo el acceso de representantes de las capas inferiores de la burguesía a engranajes subalternos del poder. Pero los resortes decisivos del poder político, económico y militar continuaron en manos de las mismas clases dominantes, asociadas y subordinadas al imperialismo británico. Por otra parte, eran las capas superiores de la burguesía y sectores de terratenientes medios quienes tenían la hegemonía en el radicalismo, en contradicción con su base popular y en algo obrera. Esas capas, en lo fundamental, ya formaban parte del bloque de las clases dominantes. No es casual, entonces, que, por ejemplo, el aparato represivo, policíaco y militar, que fue creado y perfeccionado por los gobiernos conservadores, haya sido mantenido intacto por el gobierno de Yrigoyen, y se haya descargado brutalmente contra los trabajadores urbanos y rurales.


La primera Revolución Proletaria conmovió profundamente a la clase obrera argentina. Tal es así, que pese al reformismo predominante, en el mencionado X Congreso de la FORA se aprobó una resolución de solidaridad en la que expresaba: "...su más amplia solidaridad y adhesión a los trabajadores de Rusia y Alemania por los heroicos esfuerzos que realizan para dar cima a los anhelos que constituyen el nervio de la actividad creadora del proletariado universal: libertar al trabajo y suprimir la explotación del hombre por el hombre... formular fervientes votos por la consolidación de la República Socialista Federal de los Soviets de Rusia, que consagra y materializa esa suprema aspiración del proletariado" y se llamaba a los obreros de todo el mundo a no ceder a los intentos del capitalismo de utilizar sus energías con el designio de restablecer el predominio y la situación de privilegio de las clases burguesas en la Rusia obrera o impedir que el proletariado de Alemania realizara sus propósitos de emancipación integral. La posición ante la Revolución Rusa precipitó la división del Partido Socialista, en cuyo seno se venía perfilando una oposición de izquierda. Así nació, a principios de 1918, el Partido Socialista Internacional, poco después llamado Partido Comunista. Coherente con su postura reformista, la dirección del Partido Socialista se había pronunciado en contra de Lenin y de los bolcheviques y permanecía adherida a la II Internacional.

Con el inicio del año 1919, estalló una huelga en los establecimientos metalúrgicos Vasena ante la negativa patronal a satisfacer las demandas económicas y de mejora de las con¬diciones de trabajo de los obreros. 

Es necesario hacer una aclaración sobre el texto: La huelga comienza el 2 de diciembre de 1918, con 2.500 trabajadores como medida de protesta por los despidos a sus compañeros pertenecientes a la Sociedad de Resistencia de Metalúrgicos, adheridos a la F.O.R.A. del IX congreso. En vista de la negativa patronal deciden prolongar la huelga y ampliar las reivindicaciones: reducción de jornada laboral de 11 a 8 horas, aumento escalonado de jornales, no obligatoriedad de trabajar los días domingo y jornal doble en caso de sí hacerlo.






La empresa apela al concurso del crumiraje con el fin de quebrar la huelga. Hacía poco que se había constituido la Asociación del Trabajo ("ajeno", decían los obreros) presidida por el oligarca Joaquín S. de Anchorena, cuyo objeto era proporcionar carneros para romper las huelgas, los cuales eran reclutados en parte entre el hampa y el lumpenaje, elementos que jugaban también el papel de matones armados dentro de las fábricas en las que estallaban conflictos. Esta organización fue a la vez vertiente de la formación de la Liga Patriótica Argentina, fundada en enero de 1919 con el nombre inicial de "Defensores del Orden", dirigida por el doctor Manuel Carlés, que se popularizó inmediatamente con un nombre apropiado a su verdadero contenido de fuerza de choque paramilitar de las clases dominantes, las "guardias blancas". Pues bien, es en la organización de Anchorena que Vasena obtiene crumiros y contrata, además, algunos hampones intentando eliminar físicamente a los dirigentes de la huelga. El 5 de enero, no contentos con todo ello, envían una nota al ministro del Interior, reiterando una exigencia anterior de mayor concurso policial para la custodia de los vehículos transportadores de la empresa, los cuales eran atacados por los huelguistas. Ese mismo día, la Federación Obrera de Construcciones declara el boicot a los materiales producidos por Vasena, en solidaridad con sus 2.500 trabajadores en huelga.

El 7 de enero al mediodía hay un choque entre trabajadores y la policía, bomberos y hampones que custodian un vehículo de Vasena, que transportaba material. Las fuerzas represivas balean alevosamente a los obreros y producen una masacre: 5 muertos y 15 heridos. Los muertos son: Juan Fiorini, Santiago Gómez, Toribio Barrera, Manuel Britos y Eduardo Basualdo.

El odio obrero y popular contra la barbarie represiva se encendió de inmediato en toda la zona de Patricios y Pompeya. Una gran columna de obreros, integrada también por muchas de sus mujeres e hijos, marchó hacia los portones de los depósitos del establecimiento, situados en la plaza Martín Fierro. Desde las azoteas de los galpones, según narra el entonces oficial de policía Romariz, que participó personalmente en la represión en el barrio de La Boca, policía y hampones contratados abrieron fuego de metralla contra los obreros, ocasionando una carnicería espantosa en la que perdieron la vida 23 personas, entre ellas 5 niños, y cayeron heridos 30 manifestantes. La barriada proletaria se pobló de estampidos y de nutridos grupos combativos que comenzaron a desafiar desde todos los puntos favorables para ofrecer combate, en particular desde las azoteas, a las fuerzas represivas desatadas. En horas de la tarde, llegan efectivos del 4 de Infantería, ocupando los lugares estratégicos, las barracas de Vasena y el local de la comisaría 34, dominando en principio el estado espontáneo de insurrección popular que se estaba difundiendo aceleradamente.

La FORA del V Congreso declara la huelga general, pero sus escasas fuerzas y su concepción espontaneísta no le dan un peso fundamental a su decisión. La huelga general se va extendiendo espontáneamente en la Capital, adquiriendo un carácter de verdadero levantamiento insurreccional de los obreros y el pueblo. Para emplear una imagen de nuestros días, un "cordobazo" gigante, pero en Buenos Aires y sin que se haya originado en una huelga general organizada. No obstante su poca gravitación en el movimiento obrero, los anarquistas de la FORA del V, se convirtieron en los grandes animadores de la pelea. La FORA del IX, central obrera absolutamente mayoritaria, se limita a enviar a uno de sus dirigentes, Senra Pacheco, al lugar de los hechos y a formular una declaración de solidaridad y de condena a la represión.
El P. Socialista adopta durante todo el transcurso de la huelga y el combate obrero popular una posición francamente hostil a los trabajadores, confirmando la vieja verdad de que en los grandes enfrentamientos de clase los reformistas se ubican en el campo de la contrarrevolución. El C. E. declaró: "Ha llegado el momento de definir situaciones. En este sentido el Comité Ejecutivo del Partido Socialista, inspirándose solo en los intereses de la clase trabajadora, considera conveniente la cesación del actual estado de cosas, con el reconocimiento, al volver al trabajo, de sus más justas y altas reivindicaciones." El recién creado P. Comunista no tenía fuerzas para incidir en esta lucha, aunque dos de los miembros del C. Federal de la FORA del IX eran militantes suyos. Su posición fue: "Frente a la huelga general, el Comité Central exige del gobierno: retirar las fuerzas armadas del Ejército y de la Policía de los lugares públicos; terminar con las represalias contra los obreros y apoyar la proposición de la FORA de terminar la huelga general mediante la admisión de todos los obreros despedidos y la libertad de todos los presos por causas sociales". Como puede observarse, la posición comunista, al menos la manifestada en el manifiesto de su C. C., estaba en la línea conciliadora que sustentaba la dirección de la FORA del IX. Con las masas populares combatiendo valientemente en la calle no era momento para lamentar la carencia de una preparación y organización previas, sino el trazar una línea que aprovechara al máximo el estallido poniéndose a la cabeza del mismo.

Ante la explosión popular, el jefe de policía declara el 8 de enero que "era forzoso reconocer que en el país se está difundiendo mucho el maximalismo" (término utilizado en aquel entonces para designar a los bolcheviques rusos). El 8 de enero la huelga general estaba casi generalizada a todo Buenos Aires. Nutridos piquetes de huelga recorrían las calles, talleres y comercios que estaban trabajando, para discutir con sus compañeros y llamarlos a plegarse a la huelga. El puerto ya estaba totalmente paralizado. El barrio de La Boca en pie de guerra. Del local de la Federación Obrera Marítima, p. ej., partían camiones con grupos de 20 obreros, enarbolando la bandera roja y negra del anarquismo, rumbo a diferentes puntos de la ciudad. El local estaba defendido por numerosos trabajadores, en su mayoría correntinos, que observaban el paso amenazador de los cosacos con dureza, recelo y clara decisión de repeler cualquier ataque. Los pocos canillitas que se encontraban en el barrio solo voceaban un periódico: ¡Bandera Roja! Corrían todo tipo de rumores. Desde que estallaría una huelga general revolucionaria para la toma del poder por los Soviets de diputados obreros y soldados, hasta que el Soviet de La Boca ya estaba en funcionamiento. La noche del 8, La Boca quedó sin luz, pues se cortaron los cables del alumbrado público. La comisaría 24 quedó a oscuras, lo que agravó la situación de los 150 hombres que componían su personal. Los piquetes obreros hacían llamados a los agentes y a los soldados a unirse a ellos: "acompáñennos, porque ustedes son obreros igual que nosotros"; hecho que se reprodujo a lo largo de toda la semana.

El 9 de enero la huelga ya es total. Ese día se efectúa el sepelio de las víctimas de la represión. Los piquetes detenían a los tranvías en distintos barrios de la ciudad, haciendo bajar a los pasajeros, y llamando a los conductores y guardas a plegarse a la huelga. Numerosas líneas quedaron paralizadas. La Anglo Argentina pidió al jefe de policía garantías para seguir trabajando. Pero ya al mediodía del 9 de enero, quedó totalmente suspendido el servicio al igual que el de la línea de tranvías eléctricos del subterráneo: Aquellos lugares de trabajo que no respondían al llamado a sumarse a la huelga eran apedreados. "Se produjeron tumultos, roturas de vidrios, disparos de revólver, carreras de gente asustada, cierre violento de puertas, toques de auxilio, etc." (La Razón, 9/1/19). Los restos de los obreros asesinados fueron velados en el local de los metalúrgicos de Puente Alsina. Millares de trabajadores afluían de todos los puntos de la Capital. La capilla ardiente se hallaba llena de flores y sin ninguna clase de atributos religiosos. Como en el sepelio de otros obreros caídos anteriormente, los ataúdes iban cubiertos con la bandera roja. Una impresionante y combativa multitud acompaña los restos de las víctimas del 7 de enero. Los obreros a su paso, y previendo nuevos ataques represivos, levantan vías de tranvías, toman armerías para proveerse de armas, en varios casos desarman policías. 

En el texto de Hugo del Campo se cuenta que "Al pasar por Corrientes y Yatay estalló un nuevo tiroteo: algunos señalaron que los disparos provenían del colegio anexo a la iglesia ubicada en esa cuadra. Entonces "la muchedumbre dando muestras de sus exteriorizaciones de gritos y ademanes de gran irritación, prendía fuego a un colegio y parte de la capilla. Otros, que habían conseguido penetrar al interior, arrojaban al aire hechas pedazos las imágenes y cuanto objetos de uso religioso o privado encontraban a su paso (...) Los sacerdotes que ocupaban el establecimiento se defendían entre tanto del asalto y, parapetando a donde aún no había llegado los asaltantes, hacían fuego contra éstos y contra los que pretendían continuar penetrando en el lugar (La Prensa. 10-I-1919)"  

Al llegar al cementerio de la Chacarita, mientras hablaba Luis Bernard, dirigente de la FORA del IX, la policía y el Ejército vuelven a disparar contra los trabajadores reunidos. Las tumbas servían de refugio a los atacados, varios de los cuales cayeron muertos. La masa era brutalmente empujada hacia la salida del cementerio, donde la cosacada la atacaba a sablazos y a tiros. En respuesta, la rebelión se profundiza y extiende. Recién esa noche, del 9 de enero, la FORA del IX resuelve "asumir la dirección de la huelga general" y convoca para el día siguiente un plenario de delegados y de secretarios de organizaciones sindicales. Mientras tanto, llegaban a la Capital caballería e infantería del interior para reforzar a las fuerzas represivas. La misma noche del 9, Yrigoyen cita al general Dellepiane, que ya había sido jefe de policía y se había distinguido en la represión antiobrera en el Centenario, Y lo designa, para hacerse cargo de inmediato, jefe de todas las fuerzas armadas, militares y civiles, de la Capital, encargadas de la represión. El general Dellepiane, al día siguiente, reunió a la plana de oficiales y le Planteó: "Señores, si en el plazo de 48 horas no se restablece la normalidad y la situación se agrava, haré emplazar la artillería en la plaza Congreso (donde ya estaba acampa¬da la 2° división del Ejército, para acudir rápidamente a cualquier punto) para atronar con los cañones la ciudad. Y el escarmiento será tan ejemplar que por 50 años nadie osará alzarse para perturbar la vida y la tranquilidad pública". Al día siguiente, el general Dellepiane envió órdenes a las comisarías de hacer fuego sin previo aviso contra los huelguistas que se encontrasen en actitud sospechosa, con orden expresa de destruir en cada comisaría los originales de las circulares telegráficas cursadas en este sentido. Las "guardias blancas" de la Liga Patriótica y del "Comité Nacional de la Juventud", con expresa autorización de Yrigoyen, fueron provistas por orden del general Dellepiane de revólveres Colt con su correspondiente dotación de proyectiles en la armería de la Guardia de Seguridad de Infantería, reeditando lo que ya había hecho en época del Centenario con la llamada "policía civil auxiliar". Las secciones de la Liga del Dr. Carlés, con radio y número igual al de las secciones policiales, tenían como sede las propias comisarías. Además muchos policías eran miembros de la Liga. La Boca se constituyó, como vimos, desde el primer momento, en uno de los baluartes del levantamiento. Dentro de ella, la zona comprendida entre las calles Patricios, Magallanes, las vías del F.C.S. y Martín García, era especialmente temida por la policía, por habitar allí un crecido número de militantes obreros. Se la conocía con el nombre de "Tierra del Fuego", pues varios de ellos habían sufrido cárcel en Ushuaia. En esta zona, desde el 8 de enero, las calles estaban desiertas. La policía era atacada de improviso, desde las azoteas, los árboles o los zaguanes entreabiertos. Cuando agrupaban fuerzas y asaltaban un conventillo, los policías solo se encontraban con mujeres y niños llorosos. Cuenta el citado oficial Romariz que él y la tropa a su mando se sentían "bloqueados y en el más completo aislamiento, ya que nadie concurría en nuestro apoyo o protección. Me asaltó en esas difíciles circunstancias la idea de que de allí no saldríamos con vida. Pensé que la revolución... tomaba las graves proporciones de una insurrección armada de todo el pueblo".

El 10 de enero se realiza el plenario convocado por la FORA del IX. El C. Federal propone seguir la huelga general hasta lograr: 1) la solución del conflicto de los obreros de Vasena a satisfacción de los mismos; 2) la libertad de todos los presos por cuestiones obreras. A la vez reclama al Estado que no intervenga con las fuerzas represivas —estaba a punto de hacerlo— en el conflicto de la Federación Obrera Marítima con el Centro de Cabotaje Nacional. Los delegados de los ferroviarios y del calzado proponen ampliar los puntos de la lucha. Aquéllos plantean incluir el reclamo de la reincorporación de los cesantes ferroviarios, municipales, telegrafistas y empleados postales, represaliados en recientes huelgas sostenidas sin éxito por sus respectivos gremios. Los del calzado agregaban a esta proposición la de exigir la derogación de las leyes de residencia y de defensa social y el abaratamiento del costo de la vida. Los sindicalistas se oponen rotundamente a ampliar el programa. Luego de una ardua discusión, su posición triunfa por 19 votos a favor, contra 6 que apoyaron el agregado propueto por los ferroviarios y 3 más que apoyaron el agregado de los del calzado; además 3 delegados se abstuvieron. Pera esta posición de defensa y economismo, predominante en la dirección de la FORA, no condecía con el estado de ánimo ni la combatividad que los obreros continuaron demostrando por encima de las resoluciones mencionadas.

En un rápido repaso de los diarios del 10 y 11 de enero, pueden leerse informaciones como las siguientes. "Cuarenta hombres del Ejército fueron enviados a la comisaría 24 atacada por los obreros en tres oportunidades. En total participaron varios cientos de trabajadores en la acción, en su mayoría marítimos. En el último intento, a las 13.30 del día 11, desde Almte. Brown y Pinzón, grupos de obreros avanzaron hacia la comisaría, trabándose en una dura lucha cuerpo a cuerpo por espacio de dos horas, hasta que policías y soldados lograron rechazarlos". "Refuerzos del Ejército fueron enviados también a las comisarías 26, 32, 7 y 14. Hubo un asalto obrero a la comisaría 30. Dos asaltos a la comisaría 29, en la que el subcomisario Novaro, que se hallaba al frente de la misma, resultó herido de un balazo en el muslo derecho. A las dos de la mañana del 11 de enero, diversos grupos de obreros intentaron apoderarse de la seccional 129 de policía. En Triunvirato y Malabia, los obreros atacaron a un camión de las Obras de Salubridad en el que iban 20 hombres despachados desde el Departamento Central de Policía para relevar a los hombres apostados en la comisaría 219." "Cuarenta obreros atacaron a las 23 y 30 del 10 de enero a la comisaría 329." "Se declara la huelga general ferroviaria en todo el país. Su cumplimiento es parcial." "Se intervienen los teléfonos y telégrafos: no es permitida ninguna comunicación sin previa autorización de la autoridad." "En muchas esquinas se han improvisado barricadas. Los obreros las levantan con automóviles, carruajes y otros vehículos. Incluso hubo barricadas en el centro de la ciudad, p. ej., en Belgrano y Chacabuco." "En Santiago del Estero e Independencia, los chicos del barrio hicieron anoche una trinchera con 10 tachos de los que usan los barrenderos municipales. Cuando por rara casualidad debía cruzar un carrito de lechero por esa esquina, asomaban de las puertas de las casas muchos chicos riendo a carcajadas." "En la zona de Boedo, Patricios, Pompeya, los huelguistas han asaltado hoy numerosos almacenes y panaderías, imponiendo a sus propietarios la rebaja de los precios de los artículos de primera necesidad." "En la seccional 15° para distraer a la policía y abordar el asalto a la comisaría, se procedía a levantar el pavimento y destruir las cañerías." "Reina gran agitación en Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Avellaneda. En los Talleres del F.C.C.A., en Córdoba, se han producido choques entre obreros y policías. Un grupo de huelguistas agrarios de Chabás, departamento de Caseros, provincia de Santa Fe, asaltó la comisaría local." "En diferentes puntos de la ciudad, grupos de obreros procedieron al desarme de agentes de policía." También los diarios se encuentran rebosantes de noticias de la reacción de los sectores "patrióticos y responsables" de la sociedad argentina, como ésta, p. ej., proveniente de Mar del Plata: "Se ha formado una guardia blanca compuesta por elementos distinguidos, veraneantes y residentes en esta ciudad, con el fin de secundar la acción de las fuerzas policiales y formar patrullas. Los particulares han cedido sus automóviles para facilitar esa tarea."

Un episodio de ribetes particulares lo constituyó el supuesto asalto al Departamento Central de Policía. Entre las 21 y 30 y las 22 y 30 del 10 de enero, alguien llevó la alarma a los guardias del Departamento de que era inminente un asalto al edificio por parte de multitudes de obreros que ya lo habían rodeado. Al mismo tiempo, uno de los agentes de servicio corrió al tablero de llaves de luz y dejó a oscuras a todo el Departamento. Simultáneamente se oyeron vivas a la revolución social. El pánico hizo presa a la tropa, la cual sin esperar ninguna orden, y en medio del más completo desorden e in¬disciplina comenzó a descargar sus fusiles sobre las calles adyacentes, sin saber en realidad a qué respondían sus tiros. A la vez, en esos momentos, muchas comisarías recibían un llamado telefónico en el que se comunicaba que el Departamento Cen¬tral había sido tomado por los obreros, lo que causó lógica desmoralización entre la tropa que en varios casos era asediada por grupos obreros en distintas comisarías en ese momento. Hay que hacer notar que poco antes de estos sucesos, se había producido un conato de insubordinación entre los agentes de la Sección Tráfico que reforzaban a la Guardia de Infantería. Los dirigentes de la protesta habían sido detenidos, pero ante el enérgico reclamo de su libertad por parte de la tropa, el jefe de guardia los había liberado. Todo esto evidenciaba un clima especial entre la propia policía del Departamento Central, que el personal superior del mismo fue impotente para cambiar. Además parece evidente que entre la tropa había quienes simpatizaban con el movimiento obrero en lucha. En medio de tamaña confusión, resultaron heridos a causa de disparos hechos por sus propios compañeros, varios bomberos y policías, y el edificio sufrió daños. Al amanecer pudieron verse por los corredores del Departamento, diseminados por los pisos, panfletos revolucionarios.
Las guardias blancas, también se dedicaron a efectuar progroms contra los judíos, concentrados principalmente en el radio de la sección 7°. Pararon desde la sede de la comisaría, directamente al mando de un subteniente de la Guardia de Caballería.

A todo esto la dirección hegemonizada por los sindicalistas tensaba todas sus fuerzas en lograr un acuerdo con el gobierno para levantar la huelga. Lanzaba comunicados del siguiente tenor: "Solo se solidariza con los actos propios de la clase obrera, rechazando toda responsabilidad con el supuesto asalto al Correo y al Departamento de Policía, ajeno a los propósitos de protesta que persigue la clase obrera". Los dirigentes socialistas, por su parte, adoptaban una posición abiertamente convergente con la de los partidos burgueses y oligárquicos, "rechazando toda participación o solidaridad con la rebelión obrera, que justifica las represiones violentas del capital y del Estado... los obreros no deben dejarse arrastrar por elementos anárquicos o por los que aspiran, por la revolución o la violencia, a la supresión del derecho y las leyes, en vez de procurar su enmienda". La dirección de la FORA del IX, encabezada por su secretario general, Maretta, realizaba activas gestiones en las esferas gubernamentales, incluso se fue a entrevistar con el general Dellepiane, en pleno curso de los acontecimientos descriptos. A raíz de esta gestión ante el jefe de policía, el ministro del Interior convocó conjuntamente al Sr. Vasena y a una delegación de la FORA, y les comunicó que el gobierno aceptaba la proposición de la FORA y se comprometía a ordenar "la libertad de todos los detenidos", a conceder "la libertad de todos los obreros condenados con anterioridad al movimiento a medida que sean presentados los pedidos en este sentido", a "mantener estricta prescindencia en el conflicto marítimo" y a no tomar "represalias con los obreros y empleados del Estado que actuaron en la huelga, ofreciendo a la comisión las más amplias seguridades". Al mismo tiempo, el gobierno solicitó a Vasena la aceptación, por su parte, de las reivindicaciones de los obreros del establecimiento. En vista de ello, los dirigentes de la FORA corrieron presurosos a convo¬car un nuevo plenario, el 11 de enero a la noche, en el que propusieron el levantamiento de la 'huelga general "al haber sido satisfechas las demandas de la FORA, que representaban las aspiraciones de la clase obrera de la Capital". Lograron la aprobación de esta propuesta e hicieron un llamado a la "disciplina" y "unidad" de los trabajadores para "prueba de que el proletariado argentino sabe cumplir sus compromisos". Evidentemente, por una parte temían que, pese a esta resolución, los trabajadores continuasen la huelga pasando por encima de ellos; y, por otra parte, apelaban a los argumentos de unidad y disciplina, a los cuales los obreros eran sensibles, con el objeto de disimular su actitud conciliadora. Pero el levantamiento efectivo de la huelga general demoró varios días, pese a estos esfuerzos de la dirección de la FORA.

La represión policial continúa. Se impiden las asambleas en las que los obreros deben discutir la resolución de levantamiento de la huelga. Muchos locales obreros están clausurados. La ciudad continúa ocupada militarmente. Los ferroviarios decidieron continuar la huelga. Los constructores navales, los obreros del calzado, los marítimos, tampoco reanudaron el trabajo. El gobierno se aprestaba a implantar el estado de sitio (aunque de hecho ya había implantado un verdadero estado de guerra). La dirección de la FORA se ve obligada a enviar una delegación a Yrigoyen para expresar su protesta al tiempo que recalcar que la FORA había asumido la dirección de la huelga general espontánea con el "propósito de encauzarla y darle objetivos concretos y tangibles". Yrigoyen, para cerrar paso a la ofensiva de los sectores más reaccionarios descontentos con su política, y para facilitar la tarea a los dirigentes conciliadores de la FORA, ordena el retiro de las tropas de la Capital, reabre los locales clausurados, y pone en libertad a 1.500 obreros detenidos.

Por su parte, los anarquistas, dada su línea, fueron incapaces de asegurar una dirección acertada a esta extraordinaria explosión obrera y popular, lo que frustró las posibilidades de avanzar seriamente hacia escalones superiores en la lucha por el poder político. Sin embargo, la clase obrera no salió derrotada. Pese a la matanza (el total de víctimas obreras superó a los cien muertos y varios centenares de heridos; las fuerzas represivas también sufrieron bajas, cuyo número real no se conoce) las huelgas continuaron con toda fuerza. 

 Otra interrupción y otra aclaración; dice Horacio Ricrdo Silva en su libro sobre la Semana Trágica "Dias Rojos, Verano Negro":  "El número de víctimas exacto jamás se supo; como pasó a ser costumbre desde 1919 en adelante, el presidente Yrigoyen se ocupó de evitar los trastornos que un tema tan delicado le podía acarrear a su Gobierno
No obstante, las estimaciones de época arrojan unas cifras espeluznantes: 700 muertos, entre 2.000 y 4.000 heridos, y unos 55.000 detenidos en todo el país, sin contar los desaparecidos, de los cuales –como se ha visto– El Diario publicó el 18-1-1919 una lista parcial de 55 personas".



El estado de ánimo siguió siendo explosivo. En junio de 1919, en Diputados se proyectaba una ley para reglamentar a los sindicatos, imponiendo condiciones acerca de cómo podían ser declaradas las huelgas, estableciendo penas a quienes incitasen a la huelga por medio de la propaganda oral o escrita a los obreros no afiliados al sindicato y a quienes atentasen contra la libertad de trabajo. El movimiento obrero bautizó inmediatamente a esta ley con el nombre de "ley mordaza". Se declaró la huelga general en principio y se convocaron manifestaciones de repudio en todas las ciudades del país. En la Capital se realizó una gran manifestación el 10 de agosto de 1919. El proyecto quedó archivado.



Victor L. Rebuffo. Rebelión. 1935. Xilografía

Bibliografía.

Textos.


Periódico La Protesta N° 8253 Marzo- Abril 2011. “La Rebelión de 1919 (conocida como Semana Trágica)” Darío C.

“La Semana Trágica”  Revista Polémica. Primera Historia Argentina Integral, N° 53. Hugo del Campo. CEAL, 1971.

“Las Grandes Huelgas”. Carlos Echagüe. Colección “La Historia Popular” N° 31. CEAL, 1971.

Imágenes.

Los Artistas del Pueblo. Prints and Workers’ Culture in Buenos Aires, 1917- 1935. University of New México Press.  2006.

Revista Polémica. Primera Historia Argentina Integral, N° 53. “La Semana Trágica” Hugo del Campo. CEAL, 1971.

Víctor Rebuffo y el Grabado Moderno. Editorial Mundo Nuevo. 2008.

2 comentarios:

  1. Está genial este blog. Te agradezco mucho el trabajo que hacés para compartir este material.

    Saludos!

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  2. Gracias a vos por tomarte la molestia de circular por este espacio virtual y dejar unas siempre bienvenidas líneas.

    Saludos.

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