(..y algún que otro dibujo) La obra pictórica de este gran artista no es desconocida; con un par de clicks son fácilmente rastreables por internet más pinturas de las que pueden hallarse en los museos de Europa. No es un motivo suficiente para privar a los lectores de este modesto espacio de su producción al margen del grabado; ni de compartir extractos de un interesante artículo de Juan Forn ya citado en alguna vieja entrada dedicada a este suizo recurrente.
"(...) la crítica no logra entender por qué, siendo Vallotton un maestro
absoluto del grabado, prefiriera ser pintor. Cuando Vallotton murió, en
París, en 1925, dejó más de 1700 cuadros y apenas doscientos grabados,
realizados todos ellos en dos breves períodos de su vida: cuando de
joven ilustraba a pedido para diarios y revistas anarquistas de toda
Europa, y veinte años después, cuando volvió de la Guerra del ’14 con
una serie impresionante de grabados que tituló “Esto es la guerra”.
Sabemos que Vallotton pintó exactamente 1712 cuadros en su vida porque
desde su juventud hasta su muerte llevó un minucioso inventario de su
obra en un cuaderno de tapas de cuero (en cuya cubierta había hecho
grabar en letras doradas la frase Registro de la Razón). De los
grabados, en cambio, no dejó registro.
La gran mayoría de esos cuadros hoy está en manos privadas (y en muchos
casos anónimas; es decir, imposibles de rastrear). No hay museo en el
mundo que tenga más de dos cuadros de Vallotton, y por lo general pasan
más tiempo en el depósito que exhibidos o prestados para una exhibición
en otro museo.
Quizá fue debido a esa dispersión que pasaron más de ochenta años
desde la muerte de Vallotton hasta la primera retrospectiva de su obra,
que se hizo el año pasado, en la Kunsthaus de Zurich (y de ahí fue a
Hamburgo, y de ahí a Bruselas, y ahora está en Amsterdam). Y sólo
lograron reunir para esa retrospectiva noventa cuadros, de los mil
setecientos que pintó Vallotton en su vida.
Además de recriminarle que abandonara el grabado, la crítica supo
ser despiadada con la pintura de Vallotton. El lugar común es decir que
pintó los peores desnudos de su época. Que sus paisajes son impecables
pero inertes (“no se siente ni el viento”). Que sus escenas de interior
(unificadas por él mismo con el título Intimités) parecen “pintadas por
un policía”: sin la menor alegría, como un forense que junta evidencia.
Durante años, en los ateliers parisinos de enseñanza se precavía a los
estudiantes acerca de la llamada Ley Vallotton, según la cual cuanta
menos ropa se les pone a las figuras de un cuadro, peor quedan.Vallotton mereció la admiración de colegas tan disímiles como Klimt y el Aduanero Rousseau, Munch y un jovencito norteamericano llamado Edward Hopper (quien, después de ver una muestra de las Intimités en París, volvió a su país con el propósito de pintar los dramas secretos de los habitantes de las grandes ciudades norteamericanas tal como Vallotton había retratado a europeos anónimos en la soledad de un bar o una pensión o de sus propias habitaciones). Pero la crítica francesa sigue sin perdonarle a Vallotton que prefiriese pintar en lugar de seguir haciendo sus fabulosos grabados."
Ya los quiero ver a esos críticos pintando algo. Bah'. Qué sé yo si quiero. El pez por la boca muere. Lo sé de sobras porque me morí como mil veces, ja ja.
ResponderEliminarLo bueno es que las palabras venenosas de los críticos no hicieron mella en el hacer de Vallotton: ¡Punto para Vallotton!
ResponderEliminarlos criticos no sirven...........
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